lunes, 26 de septiembre de 2011

La crisis de valores en la sociedad moderna

Actualmente vivimos en un mundo que cambia a un ritmo vertiginoso donde el ser humano promotor de todas esas variaciones no queda impasible ante sus consecuencias.

Muchas de las transformaciones sociales y económicas acaecidas en las últimas décadas han derivado en un cambio radical de valores en la población mundial. Este cambio se ha dado de forma más acusada en el primer mundo donde el acceso a la información es tan fácil como pulsar el botón del televisor. La información que nos muestran los medios de comunicación, en ocasiones aparece sesgada o manipulada dando lugar a transcripciones inadecuadas de la realidad. Como consecuencia, si el mensaje no es contrastado, el receptor puede crear una asociación de ideas o creencias equivocadas.

Es sabido por todos que nuestros jóvenes no tienen los mismos valores que sus padres o abuelos, los motivos de ello son de diferente índole, no pasan únicamente por el bombardeo de información obra de los medios de comunicación modernos, sino que entraña motivos educativos, socio-culturales, históricos, etc. Para ahondar más en el tema y desvelar porqué se producen los cambios en la escala axiológica de una persona, es necesario preguntarse que es un valor y qué características debe guardar para considerarse como tal.

¿Qué son los valores?
Los valores han estado presentes desde el origen de la humanidad. Para el hombre siempre han existido aspectos a considerar valiosos como la felicidad, la verdad, el bien, la belleza... Sin embargo, el criterio para otorgarles la cualidad de valor varía en función del contexto socio cultural en que esté inmersa la sociedad. Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son considerados referentes que orientan el comportamiento humano hacia la transformación social y la realización de la persona. Son guías que encauzan la conducta para el desarrollo de la vida de cada individuo y cada grupo social. El valor, por tanto, es la convicción razonada y firme de que algo es bueno o malo y de que nos conviene más o menos. Así mismo, reflejan la personalidad de los individuos y son la expresión del tono moral, cultural, afectivo y social marcado por la familia, la escuela, las instituciones y la sociedad en que nos ha tocado vivir.

¿Que características debe tener un valor?
Se reconoce un valor por guardar la siguiente relación de características: 
Satisfacción: los valores generan satisfacción en las personas que los practican.
Flexibilidad: cambian con las necesidades y experiencias de las personas.
Durabilidad: hay valores que son más permanentes en el tiempo que otros.
Dinamismo: los valores se transforman con las épocas.
Jerarquía: hay valores que son considerados superiores como la dignidad o la libertad y otros como inferiores que son los relacionados con las necesidades básicas o vitales.
La Integralidad: cada valor es una abstracción íntegra en sí mismo, no es divisible.
Polaridad: todo valor se presenta en sentido positivo y negativo; todo valor conlleva un contravalor.
Trascendencia: los valores trascienden el plano concreto; dan sentido y significado a la vida humana y a la sociedad.
Aplicabilidad: se aplican en las diversas situaciones de la vida, entrañan acciones prácticas que reflejan los principios valorativos de la persona.
Complejidad: los valores obedecen a causas diversas, requieren complicados juicios y decisiones.


Una vez esclarecido el significado del valor, debemos preguntarnos si todos los valores son adecuados.

¿Cuándo un valor es adecuado?
Si bien es sabido que en otras épocas primaban los valores excesivamente conservadores, actualmente se ha llegado a un punto donde predomina el liberalismo más radical, lo que nos lleva a preguntarnos si es posible que los valores estén en un momento de crisis y el mundo esté involucionando hacia la época en la que todo se vale.

El dinero se ha convertido en el principal motor del mundo, provocando un cambio de valores hacia un plano lucrativo y materialista, donde se han visto desmoronados importantes valores como la honestidad o el respeto.
La honestidad es una manera de vivir con congruencia entre lo que se piensa y la conducta que se muestra al prójimo, que junto a la justicia, exige en otorgar a cada quien lo que se merezca. Hablar de respeto es hablar de los demás. Es establecer hasta donde llegan mis posibilidades de hacer o no hacer, y dónde comienzan las posibilidades de los demás. El respeto es la base de toda convivencia en sociedad.

Pensemos entonces si lo que acostumbramos a ver ahora en nuestra sociedad se rige por valores deseables y aceptados por todos o está comenzando a imponerse una incipiente crisis de valores donde el libertinaje, el ataque a la intimidad, la mentira y la falta de respeto están a la orden del día.

Debemos promover en todos los sectores de la sociedad y en especial entre nuestros jóvenes la instauración de valores buenos y deseables, construyéndolos desde la paz, el amor y el respeto a los demás. En este ámbito la familia y el círculo de iguales juegan un papel determinante, pero además, es primordial promover la educación en valores desde la escuela donde en ocasiones la mera difusión de conocimientos deja en un segundo plano la necesaria transmisión de valores. Por ello, es tarea de toda la sociedad promover un estilo de vida saludable, orientado a la búsqueda del bien para la humanidad y a la convivencia armoniosa en el planeta tierra.

 ¿Cómo reconducir una escala de valores personales?
Los valores son creencias aprendidas sobre estados a los que las personas dan importancia, ningún humano nace con valores, sino que se van formando a través de la educación recibida en una sociedad determinada. Por tanto los valores se descubren mediante la inteligencia y la capacidad de abstracción de los comportamientos sociales. Posteriormente se aplican a través de la voluntad libre de cada uno para decidir sobre sus actos. Así los valores van dando lugar a actitudes que pronto se convertirán en hábitos operativos. Si lo elegido es bueno y se perfecciona, entonces llega a ser una virtud, que es la disposición permanente a comprometerse como hombre, a hacerse más hombre. Lo verdaderamente complicado es que las creencias y los valores no se basan en un sistema de ideas estrictamente lógico y acorde con la realidad, sino que cada persona tiene una forma diferente de interpretar el mundo que le rodea.

Las creencias son en gran medida procesos inconscientes de pensamiento organizado. Puesto que son principalmente inconscientes, resultan difíciles de identificar.

A la hora de replantearnos nuestra escala de valores nos podemos encontrar con diferentes obstáculos. Uno de los más habituales es buscar la confirmación de nuestras ideas en los demás. Es decir, la identificación de tus creencias en la otra persona, a través de historias semejantes para justificar tus valores. Por ejemplo pensar que copiar en un examen está bien porque mucha gente lo hace. Este tipo de razonamiento es erróneo y no conduce a realizar una adecuada visión introspectiva del plano axiológico.
Lo ideal para la valoración de nuestras creencias es hacer uso del pensamiento reflexivo y someter a juicio nuestros valores. Algunas preguntas que podemos plantearnos son: “¿esas creencias son realmente mías o han sido transferidas?”, “¿tienen como sentido último el bienestar humano o atentan contra el respeto hacia los demás?”, poner en duda nuestras ideas y aplicar el razonamiento crítico nos ayudará a dar con las repuestas adecuadas.


Animo a todas las personas a reflexionar sobre el origen de sus valores y creencias para cambiar aquello que no sea bueno, útil o adecuado para el desarrollo de la auténtica calidad humana que solo tiene un origen; la bondad personal.